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El síndrome calzonazos

 

Francisco Pomares

 

Una de las características definidoras del sanchismo es un fenómeno que probablemente trasciende al propio Sánchez, y que tiene su origen en su pelea por hacerse con el control del PSOE en contra del propio aparato. La victoria contra todo pronóstico en esa pelea por la secretaría general ha convertido al PSOE de Sánchez en un partido adanista. Porque Sánchez se enfrentó y ganó por goleada al aparato, a los barones y a los que estaban, en el nuevo PSOE todo es nuevo. Es verdad que Sánchez también contó con el apoyo de una parte del aparato y de una parte de los barones, aunque fuera la masiva movilización de los afiliados lo que le hizo ganar. En los partidos de izquierda los afiliados siempre son más de izquierdas que la dirección. Al contrario de lo que hizo Felipe González, que lideró el PSOE contrariando a sus afiliados, convenciéndoles de que el marxismo no formaba parte de la cultura del PSOE, Sánchez optó por vender a los militantes que él sería lo que ellos le pidieran. Luego, al llegar a la secretaría general, lo que hizo fue limpiar la ejecutiva de todo tipo de disidencia, una "limpieza" que purgó a los históricos, a los barones territoriales desafectos y a los de la "tercera vía", sometiendo al PSOE a su único liderazgo. Así, en el PSOE ya no hay nadie que le chiste. Nadie. Sánchez ejerce en ausencia de oposición o crítica interna.

 

Eso explica la respuesta meliflua del PSOE canario a algunas de las decisiones de estos días. La primera decisión, la negativa a plantear siquiera una reflexión pública sobre los motivos que llevaron a Sánchez a no abrir la discusión sobre la financiación autonómica. Es obvio que Sánchez lo hace porque carece de mayoría y quiere evitarse un guirigay de territorios enfrentados por los cuartos que le pillaría en medio. Prefiere Sánchez un debate bilateral en el que ninguneará a las comunidades díscolas (empezando por las del propio PSOE que no le apoyaron) y prometerá lo que haga falta a los catalanes.

  

La segunda decisión ha sido el descuento de la residencia en los viajes Canarias/Península. El PSOE canario ha respondido instalado en el síndrome calzonazos: la respuesta ha sido de lo más cobardica. Me pregunto qué habría dicho Ángel Víctor Torres si algo así hubiera ocurrido con el PP en el poder.

 

Y la última decisión conocida es el bochornoso nombramiento de Héctor Gómez, tras haber transitado de boquilla por ministerios, secretarías de Estado y direcciones generales, para ser repescado de consolación en la pedrea final como director de la agencia de publicidad turística española. Esa es la cuota con la que Pedro Sánchez "contenta" a los suyos: la representación canaria más exigua en cualquier Gobierno de la democracia. Sin que aquí se diga ni pío.

 

Ocurre que -por errores de otros, más que por méritos suyos- el PSOE canario es hoy el partido con más posibilidades de ganar las próximas elecciones regionales. No hay un solo sondeo que no lo sitúe como el partido con mayor número de votos y de diputados, algo que no debería cambiar si se modifica finalmente la ley electoral.

  

Pero falta aún casi un año para las elecciones regionales. Acostumbrados a la política del victimismo y el agravio, en Canarias la gente se toma bastante a mal el ninguneo de Madrid, y más aún la colaboración de los partidos de aquí con ese ninguneo. Sánchez garantizó el cumplimiento de la "agenda canaria", y el PSOE de Torres se juramentó públicamente como su garante. Mejor que espabilen.

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