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Minorías y consensos

 

Francisco Pomares

 

El presidente Clavijo presentó ayer su Gobierno en minoría asegurando que demostrará madurez y capacidad de pacto, y que habrá que "sumar acuerdos y ser generosos en el fondo y las formas de hacer política". Y de eso precisamente se trata: durante los últimos cuatro años de mayoría absoluta aplastante del PP, de aplicar el rodillo en la aprobación de las leyes y de no escuchar a nadie, lo que ha cambiado en este país -y en esta región- es que la gente se cansó de una receta a base de aceite de ricino y palo y tente tieso. El desgaste de los partidos más tradicionales -PP, PSOE y en Canarias Coalición- provocó la eclosión de partidos nuevos que prometieron nuevas formas de hacer política, basadas por un lado en la intolerancia con la corrupción, la lucha contra el despilfarro y la desaparición de las canonjías políticas, y por otro en Gobiernos más plurales, abiertos al diálogo y permeables a la opinión de sensibilidades e ideologías distintas.

 

Claro que una cosa es prometer y otra muy distinta dar trigo: los nuevos son más críticos con la corrupción, pero no parecen querer acabar con los tan famosos privilegios de casta, a los que se han sumado encantados los partidos y sus dirigentes. No sé en qué quedaron las promesas de cobrar menos o consultar las grandes decisiones a los electores... Y en cuanto a la mayor tolerancia de los gobiernos, la voluntad de pacto y acuerdo, eso no se ha visto por ningún lado, todo lo contrario. Podemos, por ejemplo, negoció tras las primeras elecciones como si las hubiera ganado -quedaron terceros-, y tras las segundas planteó niveles de exigencia y de exclusión de otras fuerzas políticas que hicieron absolutamente inasumible la posibilidad de un recambio del PP.

 

Entre los partidos no se ha generalizado la voluntad de alcanzar acuerdos, todo lo contrario, se ha negado cualquier posibilidad de entendimiento, y se ha optado por dejar a los Gobiernos en minoría. Es fácil resumir lo que ha ocurrido en Canarias, por ejemplo, diciendo que la gente se ha cansado de Coalición. Probablemente eso sea cierto, pero el retroceso nacionalista se explica más por la aparición de los nuevos que por el cansancio de su propio electorado. Y si Coalición se ve obligada a gobernar ahora en minoría, eso tampoco es distinto a lo que pasa en otras trece (de diecisiete) comunidades autónomas españolas, que se sostienen también con Gobiernos minoritarios. Si esta forma de gobernar se ha generalizado es porque quienes podrían articular mayorías alternativas son incapaces de ponerse de acuerdo y hacerlo.

 

Por eso, la única ventaja que le veo a un Gobierno minoritario (se está demostrando con el muy minoritario Gobierno Rajoy) es que se ve obligado a pactar, negociar y acordar los asuntos importantes. No porque de repente se hayan convencido de las ventajas de recuperar el consenso. Más bien porque no hay forma de sacar nada si no es abriéndose a la opinión de otros. No son los partidos los que han decidido abrirse a los otros -de hecho, si gobiernan en minoría es porque se niegan a ello-..., son los ciudadanos, al fragmentar su voto, quienes obligan a los partidos a repensar cómo hacer las cosas.

 

Y que eso ocurra en Canarias, que el Gobierno precise contar con la oposición para gobernar, y que la oposición tenga que responsabilizarse con decisiones de gobierno, me parece estupendo. A ver si aprenden a tolerarse y convivir.

 

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