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Un juego que suma cero

 

 

Antonio Salazar

 

El conocimiento en sociedad es acumulativo y la razón principal a la que debemos nuestro avance. Algunos contumaces pesimistas consideran que tal no debe ser tan importante porque, visto el mundo en perspectiva, nos merecemos lo peor y la extinción más inminente. Pero celebra Steve Pinker en su último libro (“En defensa de la ilustración”) que nunca hemos vivido como ahora, que estamos más sanos, somos más cultos, vivimos más años y, además, en paz como nunca antes en la historia, no existiendo razones para no prolongar nuestra buena racha. Así que, haciendo valer el concepto popularizado por el mediático psicólogo evolucionista, cabe ser un “optirealista” al comprobar nuestros progresos. El inconveniente es que ese mismo conocimiento acumulado no se da por igual en todos los órdenes de la sociedad.

 

 

 

Un médico, pongamos por caso, no tiene que guiarse por su ojo clínico para determinar el tipo de dolencia de un paciente y utilizará instrumental cotidiano del que no requiere saber su funcionamiento y naturaleza, tan solo manejarlo con soltura. Descritos los síntomas, alguien antes que él ya trató un mal similar y estará a su disposición toda la información sobre el tratamiento adecuado. Así funciona ese tipo de conocimiento.

 

 

 

Pero toda regla tiene su excepción y, ¡cómo no!, la política es una. Es la razón del desencuentro de Canarias con el Gobierno de Madrid. La consejera Dávila exige que la liberen de los grilletes del techo de gasto, diseñado para impedir que el aumento de recaudación pueda utilizarse en gasto corriente, ese que sirve para engordar nuestra burocracia. Las autoridades suelen tener la tentación de acumular ineficiencias de las que no nos podemos liberar fácilmente cuando las cosas se ponen complicadas y estos años han sido una demostración palmaria de ello. Concedamos que desde Madrid no se ha sido muy considerado con las comunidades que sí han cumplido con los criterios de déficit y han tendido a beneficiar a aquellos territorios de su cuerda. Lo que está mal es esto último, no lo anterior, impedir que sigan creciendo las administraciones a nuestra costa es un deber ético y una obligación económica irrenunciable. Canarias dispone en este momento de un presupuesto que supera en un 15% al existente en momentos de pico de la burbuja inmobiliaria, situación lejos del alcance del resto de la sociedad, con el agravante de que la Comunidad Canaria (todas las administraciones) no crea nada, todo lo que obtiene lo ha conseguido por la vía de la fuerza de los abnegados ciudadanos, al que en un ejercicio de cinismo sin igual, se les llama contribuyentes. El dinero que a Canarias como gobierno le sobra a sus ciudadanos le falta, en ese caso sí hay un juego de suma cero. Ha llegado la hora de su devolución.

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