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Un episodio vergonzoso

Guillermo Uruñuela Álvarez

 

 

 

A la tercera suele decirse que va la vencida. Pues en eso estamos. Después de la oportuna rueda de entrevistas con el monarca y del capítulo irrisorio de reuniones entre partidos para conseguir llegar a acuerdos, seguimos sin Gobierno. La cosa no pinta nada bien pero dentro de la gravedad del asunto creo que es mejor tomárselo a guasa.

 

Mi objetivo con este escrito no es analizar el panorama político que nos ocupa propiamente dicho. Es sólo un pretexto que bien me sirve para enlazar con el meollo del asunto. España al igual que una gran familia con problemas internos, que conducen a la desestructuración, vive la realidad de una manera escéptica  e independiente. Cada uno por su lado. En este caso los padres, es decir, los que deberían mostrar más entereza, cordura e inteligencia son precisamente los que son incapaces de dialogar. De obviar las arcaicas líneas, que separan a izquierda y a derecha,  para llegar a un punto común que permita ofrecer una solución por el bien de la mayoría. En vez de eso, se enzarzan constantemente  los unos con los otros en esa particular guerra de trincheras, utilizando como bandera, el habitual lastre político de la falta de humildad que te impide reconocer algo al que tienes enfrente.

 

Por otro lado tenemos unos hijos descarrilados. Unos, afincados cerca de la frontera francesa, se quieren ir de casa sin pensar que quizá no sea el mejor momento para andar con rencillas personales con la que está cayendo. Otros se aprovechan defraudando, más que al sistema, a sus propios vecinos. El hijo que sí es aplicado tiene que irse lejos a buscarse el pan, porque cada día me doy más cuenta que en este hogar llamado España la brillantez, no sólo escasea, sino que además se desprecia.

 

Con todo esto se confecciona nuestro querido país de pandereta. Dostoyevski decía a través de un personaje, que ser humanitario –entendiendo el término como alguien que apela al sentido común- ayuda a que te estimen. Te estiman por consiguiente confían en ti. Confían en ti, por consiguiente creen en ti. Creen en ti, por consiguiente creerán en la reforma y te abrazarán moralmente. Pues de eso se trata, de abrazarnos moralmente como nación incólume. El tipo que comenta esto en la novela está ebrio y lo tachan de poco cuerdo. Yo no estoy borracho así que ya sé de qué pie cojeo. Por último, y no me extiendo más, decirles el nombre de la obra y recomendársela. “Un episodio Vergonzoso”.

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