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Campeones del superavit

 

Hace apenas tres años, cuando ni en sus peores pesadillas podían nuestros gobernantes imaginar una situación como la creada por el Covid en las islas, en un contexto de pobreza y desesperación social muy alejado del que hoy vivimos, el líder de Nueva Canarias, Román Rodríguez, acuñó una definición del anterior Gobierno que reiteraba en cada declaración que hacía a los medios: lo calificaba de campeón del superavit, una forma de señalar la falta de decisión del Gobierno Clavijo para usar los recursos públicos haciendo frente a los problemas de los más necesitados. Lo cierto es que con la regla de gasto convertida por las leyes impuestas por Bruselas en freno de toda posibilidad de gastar dinero público por encima de lo autorizado, era muy difícil no cumplir. Ahora ya no existe ese problema: la regla de gasto fue suspendida desde el año pasado, y Europa no establece limitaciones al gasto público, entendiendo que la situación pandémica requiere de un esfuerzo de gasto extraordinario. Especialmente en las regiones más castigadas por la crisis sanitaria y económica.

 

Canarias es una de esas regiones, el empleo –principal factor de creación y distribución de riqueza– se ha derrumbado, y con él las expectativas de la sociedad canaria de escapar sin daño. La crisis ha mostrado su perfil más cruel al destruir –como ocurre siempre en todas las crisis– la economía de las personas y familias más necesitadas, las que ya estaban pasando dificultades antes de la pandemia, las que estaban en riesgo de pobreza y viven ahora en pobreza extrema.

 

La Encuesta de Condiciones de Vida del INI demuestra que en los últimos años de la década pasada, se había logrado reducir la incidencia de la miseria más dramática –la denominada pobreza extrema– a una cuarta parte de la que se registró a lo largo de 2017. Un éxito importante, aunque no suficiente: tres de cada cuatro personas en situación de exclusión o pobreza extrema abandonaron esa estadística terrible en tan sólo tres años. Pero entonces se produjo la llegada de la pandemia, que tras su primer año triplicó el porcentaje de canarios en peligro de exclusión social hasta casi el once por ciento. Los datos se multiplicaron por tres en tan sólo nueve meses, en los que las 84.000 personas pobres de solemnidad de finales de 2019 pasaron a ser 233.000, casi 150.000 más, a pesar del compromiso recurrente de Gobiernos y administraciones de «no dejar a nadie atrás».

 

Canarias perdió en nueve meses lo mucho que había logrado avanzar en tres años. Y aún no hay cifras de lo que puede haber ocurrido en estos seis meses que van del año en curso, aunque las señales no son nada halagüeñas… Pero lo realmente asombroso es que en esta situación, sin regla de gasto que impida gastar, y con la Hacienda Pública controlada por un hombre que se presenta como firme defensor del recurso al déficit para paliar las desigualdades, Canarias vaya a ser la única región de España que cierre 2021 con superávit. Lo anunció el jueves la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal. La única región española con superávit y también la región español. A final de este año seremos la región donde más habrá crecido la pobreza severa, la desigualdad y la brecha social, en el peor año económico de nuestra historia contemporánea, pero nos sobrará dinero. Esa ineficacia es inmoral…

 

Román Rodríguez debe explicar por qué no se está gastando el dinero, que es lo que impide destinar los recursos que no se gastan a las apremiantes necesidades en materia de dependencia, minusvalías, hambre infantil, pobreza energética…, o a parar los deshaucios, atender a los ancianos o repartir comida a quienes no pueden permitírsela. En bonos, en bolsas o como quieran. Pero repártanla. Ya.

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