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Los niños con altas capacidades, los grandes olvidados del sistema educativo

En comunidades como Canarias, la falta de identificación temprana es alarmante

 

  • Redacción NoticiasFuerteventura
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    Los niños con altas capacidades intelectuales siguen siendo, aún hoy, uno de los colectivos más invisibilizados dentro del sistema educativo. Lejos de la imagen estereotipada del “niño genio” que arrasa en los exámenes y deslumbra con respuestas brillantes, la gran mayoría de estos menores se pierden en aulas que no les comprenden, atrapados en un sistema diseñado para la media y no para la diversidad.

     

    Las altas capacidades abarcan un espectro mucho más amplio y complejo que la simple idea de un cociente intelectual elevado. Existen perfiles muy distintos: desde la superdotación, que implica un desarrollo global y homogéneo por encima de la media en múltiples áreas, hasta los talentos simples, en los que el niño muestra un desarrollo excepcional en una sola habilidad específica, como el razonamiento lógico o el lenguaje.

     

    También están los talentos complejos, que combinan varias aptitudes con un rendimiento elevado, sin llegar a abarcar todas las dimensiones cognitivas, y los casos de precocidad, en los que un desarrollo temprano puede o no mantenerse en el tiempo. Esta diversidad de perfiles exige una atención personalizada y sensible, pero el sistema educativo actual suele fallar desde el principio: no identifica, no comprende y, sobre todo, no actúa.

     

    En comunidades como Canarias, la falta de identificación temprana es alarmante. Mientras la OMS estima que entre un 2% y un 5% del alumnado podría tener altas capacidades, en las islas apenas se ha identificado un 0,41%. Esta brecha entre lo esperado y lo real no solo refleja una ausencia de protocolos eficaces, sino también una falta de formación del profesorado y una concepción limitada de lo que significa ser un niño con alta capacidad.

     

    Muchas veces, estos menores no muestran un rendimiento escolar brillante, sino todo lo contrario. El aburrimiento, la frustración o la sensación de no encajar pueden llevarlos a desconectar del entorno escolar, manifestar conductas disruptivas o incluso desarrollar ansiedad, depresión y baja autoestima.

     

    La paradoja de que un niño con un potencial intelectual muy superior a la media acabe repitiendo curso o siendo etiquetado como problemático es mucho más frecuente de lo que se cree. Más grave aún es que, ante la falta de comprensión, algunos de estos menores son diagnosticados erróneamente con Trastorno por Déficit de Atención o Hiperactividad (TDAH), llegando incluso a ser medicados sin necesidad, cuando en realidad su conducta es una respuesta lógica a un entorno que no les estimula ni les acompaña.

     

    Aunque legalmente estos alumnos forman parte del colectivo de Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (NEAE), la atención real que reciben dista mucho de lo que se aplica a otros perfiles. Mientras que para alumnado con discapacidad o trastornos del espectro autista existen aulas específicas, personal de apoyo y programas estructurados, en el caso de los niños con altas capacidades suele depender casi exclusivamente de la voluntad del docente o del equipo directivo del centro.

     

    En Canarias, no existen programas sistemáticos implantados en todos los centros educativos. No hay estructuras organizadas como aulas de enriquecimiento, ni formación obligatoria para los docentes sobre cómo identificar y trabajar con este alumnado. Algunas iniciativas puntuales, como el Programa Integral para Altas Capacidades (PIPAC) de la Universidad de La Laguna, son loables pero insuficientes, ya que no tienen el alcance necesario para llegar a todos los niños que lo necesitan.

     

    Esta falta de intervención tiene consecuencias profundas. Por un lado, se genera un desaprovechamiento del talento individual, truncando trayectorias que podrían haber sido excepcionales en el arte, la ciencia o cualquier otra disciplina. Por otro, se perpetúa una injusticia educativa que contradice el principio de equidad. La educación debe adaptarse al niño, no el niño a la educación. Cuando esto no ocurre, se está fallando en la esencia misma del sistema.

     

    A nivel familiar, la situación tampoco es fácil. Los padres y madres suelen encontrarse solos, sin orientación ni apoyo. Aunque existen becas para alumnos con altas capacidades, muchas veces los recursos disponibles son limitados o difíciles de acceder. Las familias terminan recurriendo a especialistas privados, lo que genera una brecha socioeconómica añadida: quienes pueden pagar logran una atención adecuada, quienes no, ven cómo sus hijos quedan invisibles en el aula.

     

    Diversos expertos en educación y psicología del desarrollo, como el equipo de Espacio Paideia o investigadores vinculados al Grupo de Investigación en Altas Capacidades y Superdotación de la Universidad de Murcia, coinciden en señalar que la falta de atención institucional a los alumnos con altas capacidades representa una pérdida significativa de capital humano.

     

    En un contexto social y económico que demanda creatividad, pensamiento crítico e innovación, no identificar ni potenciar a quienes presentan un potencial elevado en estas áreas supone, según estos especialistas, un error de planificación estratégica en el ámbito educativo.

     

    Estudios recientes recomiendan la implantación de medidas factibles y efectivas, como la detección temprana desde la etapa infantil, la formación del profesorado en metodologías de enriquecimiento curricular, y la implementación de agrupamientos flexibles que permitan adaptar los contenidos al ritmo y profundidad del aprendizaje de estos estudiantes.

     

    Tal como señalan autores como Tourón, Peralta o Pfeiffer, atender a este colectivo no debe entenderse como un privilegio, sino como una obligación derivada del principio de equidad: los alumnos con altas capacidades tienen necesidades educativas específicas que, como las de cualquier otro alumno con NEAE, deben ser reconocidas y atendidas.

     

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