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El empresario español

 

 

Javier Betancort Tubau

Licenciado en Economía, especialidad Economía Internacional

Máster en Mercados Financieros

Director-gerente de Lancelot Medios

@javierbetancort

 

Primero les voy a ofrecer una serie de datos al respecto: en la actualidad, tras 4 años de creación de neta de empresas, existen unos 3,34 millones de empresas en España, donde algo más del 59% se dedica al sector servicios, un 22% al comercio, un 12% a la construcción y un 6% a la industria.

 

De los 3,34 millones de empresas, 1,84 millones no tiene asalariados (un 55,3%), y unas 910.000 empresas tienen uno o dos asalariados (un 27,3%). Esto es, un 82,6% de las empresas de este país tiene dos o menos asalariados.

 

Si el análisis lo llevamos a las micropymes, aquellas pequeñas y medianas empresas de menos de 10 asalariados, el porcentaje de empresas que tiene España es del 96%. Y éstas aportan el 40% total del empleo de este país, aproximadamente unos 8 millones de trabajadores.

 

Y digo todo esto porque hay una especie de linchamiento al empresario en general. Y el empresario tipo en este país es el de un autónomo (hay algo más de tres millones) ó una sociedad limitada con un empleado (una carnicería, zapatería o tienda de ropa). Ése es el empresario de España. Otra cosa es la conveniencia de contar con empresas con más músculo para competir interna y externamente, pero eso es literatura para otro artículo.

 

Se desprestigia una figura que genera empleo, economía de cercanía y riqueza. Se pretende participar del beneficio empresarial pero no se quiere asumir el riesgo de pérdida que el empresario pueda tener. Eso se llama demagogia. Y hay mucho de esto en la “burguesía” de la izquierda.

 

Esto deriva en que sólo uno de cada cuatro jóvenes quiera ser emprendedor. De los otros tres, dos quieren ser contratados y uno (concretamente un 27%) quiere ser funcionario, vivir y trabajar con la seguridad de lo público. Esto choca con la mentalidad norteamericana, donde más de la mitad de los jóvenes quieren montar una empresa, ser sus propios jefes, ser emprendedores.

 

En las escuelas y universidades no enseñan lo que significa emprender y la sociedad nos inculca que es mejor hacer una oposición y trabajar en lo público, algo que no critico -mi padre todavía me pregunta si puedo conseguir “algo” en algún ayuntamiento-. Todo ello, junto con la estructura administrativa de este país, a la que se ha llegado tras algo más de 40 años de democracia, nuestros jóvenes buscan “enchufarse” en la administración. Y sólo con mirar la estructura del empleo en este país vemos cómo el 16%, esto es, casi 2 de cada 10 trabajadores, unos 3 millones de personas, es empleado público, esto es, funcionarios. ¡¡La Administración -central, autonómica y local- es la mayor empresa de este país!!

 

Nadie discute la necesidad o no de un estado de bienestar (sanidad, educación y protección social) ni en Europa, ni en España. Y eso hace que la financiación de dicho modelo salga de los tributos, de los impuestos. El empleo es “caro” de mantener, ya que el empresario paga un 40% de impuestos por contratar a una persona (entre IRPF y Seguridad Social).

 

Necesitamos de una paz social y económica que permita seguir creciendo y desarrollándonos como sociedad. Se echa mucho de menos la altura de miras que se tuvo hace ya más de 40 años con los llamados pactos de la Moncloa en 1977 con políticos, empresarios y sindicatos. No podemos criticar a una figura (al empresario) porque hayamos tenidos algunos ejemplos de mala praxis, puesto que como antes dije, el empresario tipo de este país es de una micropyme con menos de 10 trabajadores y que a duras penas la empresa que se crea no sobrevive a más de una o dos generaciones.

 

No caigamos en la tentación populista de que lo privado es malo, egoísta y que no se cumple con los derechos sociales de los trabajadores. Esa corriente, muy bolivariana y comunista, es muy peligrosa, aunque no sostenible: no podemos vivir todos de un sueldo y prestaciones públicas a costa de los empresarios, porque puede ocurrir que cierren esas zapaterías, carnicerías y tiendas de ropa y ya no “podamos” vivir todos de lo público.

 

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