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Esto se complica

 

No se si fue cosa de Abascal, que se dio con el quicio de la puerta y le salió una idea sensata, o qué. Pero el anuncio realizado ayer mañana por el presidente de la ultraderecha, asegurando que Vox no exigirá formar parte de un hipotético Gobierno de Feijóo o influir en su política, como condiciones para para apoyar la investidura del gallego, removió la agostada política del domingo y parece que le ha amargado las vacaciones marroquís a Pedro Sánchez.

  

Con la decisión de votar la investidura sin entrar en el Gobierno, Vox libera a los partidos que han puesto como excusa a Vox para no apoyar un Gobierno de la derecha. Básicamente, hay dos fueras políticas que podían apoyar a Feijóo y han dicho que no estarían en el Gobierno con Vox. Una es Coalición Canaria, que intentó mantener cierta equidistancia, incluyendo a Sumar y a los secesionistas en los partidos vetados, y que se ha convertido –con una solitaria diputada- en el fiel de la balanza sobre la que se sostiene el equilibrio del Gobierno. También está el PNV, pero yo creo que el PNV –aunque moderará en las próximas horas y días su oposición a un gobierno del PP- probablemente no tiene intención de apoyar la investidura de Feijóo. Los vascos parecen haber asumido que con Sánchez tienen mejor juego, más bazas para avanzar –al estilo catalán- en la creación de un segundo frente secesionista, la única política que creen puede devolverles cierto liderazgo frente a Bildu. Aun así, el PNV jugará con más cautela sus próximos movimientos en un tablero que se complica por momentos. Podrían llegar a apoyar a Feijóo si esa fuera la única opción para evitar un bloqueo político que lleve a nuevas elecciones, una opción que podría estar más cerca hoy que ayer.

 

En realidad, todo depende de lo que haga Puigdemont primero y de lo que haga Coalición después. Es cuestión de matemáticas: supongamos que Puigdemont decide votar en contra de las dos investiduras: si Feijóo contara con Coalición se quedaría en 172 votos a favor, y si no, con 171. En contra, le votarían 178 si le apoya Coalición, y 179 si no. Al PSOE le ocurriría exactamente lo mismo, pero al revés, 171 si Coalición apoya a Feijóo y 172 si apoya a Sánchez, pero siempre con 179-178 en contra. La posibilidad de que no haya bloqueo y repetición de las elecciones depende exclusivamente de que Puigdemont se abstenga (que vote a favor parece imposible) y de que Coalición elija apoyar al PSOE frente a Feijóo. Nadie quiere una nueva convocatoria de elecciones, nadie. No quieren nuevas elecciones los dos grandes, porque con los datos tan ajustados es imposible predecir qué podría ocurrir. Y tampoco los más pequeños, porque es probable que el voto se polarice aún más y los ciudadanos –en busca del voto útil- lo concentren en los dos grandes partidos. Eso perjudicaría fundamentalmente a Vox y Sumar, y –de entre los partidos nacionalistas- más al PNV que a los otros.

 

Para alguien como Puigdemont, condenado en Waterloo a una creciente irrelevancia, provocar la repetición de elecciones debe ser una extraordinaria tentación. Le bastaría con votar contra a los dos candidatos. Lo que hiciera Coalición Canaria no sería determinante en ese caso. Sólo lo sería –votando a Sánchez- si Puigdemont pacta una abstención. Pero si Junts se empeña en votar en contra en ambas investiduras, la única forma de evitar el bloqueo y la convocatoria de elecciones generales, sería que el PNV votara por Feijóo, que obtendría entonces 176 votos (sin Coalición) o 177 (con Coalición) frente a 172-173 en contra. Feijóo ganaría por mayoría absoluta. También lo haría si el PNV y Junts decidieran abstenerse en ambas votaciones, y Coalición apoyara su candidatura.

 

La decisión de Vox de no exigir entrar en el Gobierno de Feijóo ha modificado la situación, pero las opciones aún dependen de lo que decida hacer Puigdemont. Y también de lo que hagan los dos partidos que tras las elecciones (una vez conocidos los resultados) dijeron que no apoyarían a Feijóo porque no querían ver a Vox en el Gobierno. Cuando llegue el momento, sabremos si esa declaración tenía de verdad que ver con el rechazo a Vox, o con unos resultados que –antes de que el voto en el extranjero lo cambiara todo- colocaban a Sánchez como el candidato con mejores posibilidades. Después del recuento del voto extranjero en Madrid, dejo de serlo. Y ahora, con la renuncia de Abascal, a Sánchez se le ha complicado un poco más el panorama. Ahora todo depende de Puigdemont. Un tipo enfadado por su autoimpuesto exilio, y que quiere ajustar cuentas. Pero sobre todo, quiere demostrar que puede influir en lo que ocurra. Sus tiempos no son los del país.

 

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