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Los partidos y sus congresos

José Carlos MAURICIO, LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

Los tiempos no parecen estar para debatir qué proyecto de país se ofrece a los ciudadanos * La pasión de nuestros políticos está centrada en las estrategias para alcanzar el poder o defenderlo

 

Hoy domingo finalizan los congresos del Partido Popular y Podemos. La semana pasada se celebró el de Ciudadanos y en abril comenzará el del PSOE. Y en medio, Cataluña. Paralelamente se irán desarrollando los congresos de los partidos canarios, en los que influirán decisivamente los resultados de los congresos españoles. Un semestre complicado en el que, además, se celebrarán elecciones en Holanda, en marzo, el mes del inicio del brexit; elecciones en Francia, quizás en Italia y en septiembre en Alemania. Europa en convulsión y allá en el fondo, Trump.

 

Mientras tanto el Gobierno de Rajoy no termina de recuperar la estabilidad necesaria para gobernar con normalidad. Tiene que hacerlo de espaldas al Parlamento, porque este está dedicado a aprobar resoluciones contrarias a la política del PP. Esta importante distorsión pretende disimularse a base de una apariencia de diálogo con todos los grupos políticos. Diálogo que ofrece escasos resultados. “La nueva situación política exige dialogar mucho”, se dice. Pero como es natural el diálogo y la negociación aspiran a alcanzar a acuerdos. Pero los acuerdos no llegan. Entonces se trata de ganar tiempo y derivar a comisiones de expertos las soluciones a los problemas. Pero los expertos son elegidos por los partidos y, por tanto, tampoco llegan a acuerdos, como no sea el de ganar tiempo. Así ha ocurrido esta semana con la reforma laboral, que se saldó sin acuerdo. Y así ocurrirá con la financiación autonómica, a la que se ha dado un plazo de seis meses. Y volverá a ocurrir con la financiación local. Y lo que es peor, con la reforma del sistema de pensiones, que está en quiebra y no puede esperar.

 

Pero lo único que no se puede aplazar son los Presupuestos Generales del Estado para 2017. A no ser que se mantengan prorrogados y se entre ya a discutir los del 2018, como propone la Comisión Gestora del PSOE. Eso significaría condenar al Gobierno de Rajoy a seguir un año más como si estuviera en funciones: es decir sin capacidad real de gobernar. Los continuos retrasos para la elaboración de los presupuestos ha provocado la desesperación de la consejera canaria Rosa Dávila. Que ha dicho: “Los canarios no podemos permitir que estemos a expensas de los congresos de los partidos. Ni toleraremos que se antepongan sus respectivos intereses congresuales a la aprobación de los PGE”.

 

La preocupación de Rosa Dávila se explica perfectamente, porque el Gobierno canario, ahora en minoría, no podrá sobrevivir sin los 500 millones de euros adicionales pactados en la llamada Agenda Canaria. Que para hacerse efectivos tienen que ser incorporados a los presupuestos del Estado. No contar con esas partidas fue una de las claves de la ruptura del pacto CC-PSOE. Pero también es verdad que los partidos que han quedado fuera del Gobierno canario, incluido el PP, preferirán que esos recursos no lleguen a las Islas por muy imprescindibles que sean. Piensan que lo suyo no es ofrecerle un salvavidas a alguien al que le gustaría ver ahogado.

 

Presupuesto y congresos

El problema está, por tanto, en cómo conciliar el debate de los presupuestos y los congresos de los partidos. Esta semana Sáenz Santamaría y Montoro han hecho una propuesta al PSOE que parte de la idea de que los socialistas no pueden aprobar los presupuestos antes de sus primarias de abril, entienden que eso le daría un plus a la amenazante candidatura de Sánchez. La propuesta tiene el siguiente calendario: 1.- Votación de totalidad en abril, con el voto en contra del PSOE. Saldría adelante, aunque sea con empate, con los votos favorables de Ciudadanos, PNV y Coalición Canaria. Y 2.- Mayo-junio para el debate de enmiendas en el Congreso y en el Senado. Y aprobación definitiva en julio, esta vez con la abstención del PSOE, celebrado ya su congreso.

 

“¿Y si gana Sánchez?”, se preguntan los del PSOE. “No parece probable, pero si es así nos condenaría a unas nuevas elecciones generales”, contestan los del PP. A lo que empujaría también “la deriva incontrolable” de la situación en Cataluña. Pero esta solución se complica, porque aún estando el PSOE en la crisis en que está, el CIS de la semana pasada pronostica un escenario electoral en que se repetiría el resultado actual: 33% del PP, 12% Ciudadanos, 22% Podemos y 19% el PSOE. Con tendencia a una mayor recuperación del PSOE, cuando supere la crisis, a costa de Podemos. Es decir: la misma ingobernabilidad en la que estamos encerrados hoy.

 

Los cuatro congresos de los principales partidos españoles, que se están celebrando o se celebrarán en los próximos meses, deberían servir para que se aportaran las posibles soluciones a las necesidades de un país que de momento no las tiene. Los partidos necesitan renovarse, reformarse y hasta transformarse para poder hacer frente a los nuevos y difíciles retos a que se van a enfrentar España y Europa en los próximos años. Los congresos no son solo para las luchas internas de la conquista del poder en el interior de los partidos. Deberían ser, además, la gran oportunidad para reflexionar y debatir sobre los proyectos de país que los partidos ofrecen a los ciudadanos. Pero, por lo visto, los tiempos no están para ello. Son tiempos en que el debate de ideas no despierta ninguna pasión. La pasión está solo centrada en las estrategias para alcanzar el poder o para defenderlo. Y en las luchas de los líderes y sus equipos para controlar los partidos.

 

Así, el Partido Popular está celebrando un congreso tranquilo de exaltación del líder y sin disidencias internas. Considera que eso, en sí mismo, ya es un éxito. Se autoproclama un partido ganador, que ha logrado seguir en el Gobierno. Y como ellos dicen: “Lo que funciona bien, no se cambia”. No están dispuestos, por tanto, a abrir una reflexión sobre las causas que le llevaron el año pasado a estar al borde del desastre. Si Iglesias hubieran votado la investidura de Sánchez, el PP estaría ahora roto, en un dramático conflicto interno de enfrentamientos cainitas. Exactamente como están en este momento el PSOE y Podemos, simplemente por perder. Y sin ir más lejos, como está el PP de Canarias, porque lleva demasiado tiempo fuera del poder. Es una ley de la política que admite pocas excepciones.

 

Por eso el PP español huye como el fuego de los debates de verdad. Piensa que el único debate real es el del poder, que cuando se tiene lo cura todo. No está dispuesto a reflexionar siquiera sobre un dato relevante que da el CIS de esta semana. El 57% de los españoles se define de “centro-izquierda”, mucho más que hace unos años. Y solo el 25% se define de “centra-derecha”. La pregunta es: ¿cómo en un país mayoritariamente de centro-izquierda gobierna el centro-derecha? Hay dos respuestas posibles: una, porque el centro-derecha lo hace muy bien u otra, porque el centro-izquierda lo hace muy mal. Si crees en la primera, como hace el PP, todo debe seguir igual; pero si piensas en la segunda, algo tendrá que cambiar. Pero el PP no quiere cambiar, sobre todo los que tienen el poder, que se aferran a no perderlo. Están decididos a ser la derecha más conservadora, en imitación de la inglesa y no de la alemana, abandonando el espacio reformista.

 

Espacio que Ciudadanos está decidido a ocupar. En su congreso de la semana pasada se ha definido como un partido liberal, de centro, que se prepara “para crecer, fortalecerse y gobernar en coaliciones reformistas en el 2019”. La cuestión es saber si ese espacio de centro tiende a ampliarse o reducirse en estos tiempos de dura confrontación de la política española.

 

Dos orillas

El PSOE va camino de otro fuerte enfrentamiento en las primarias de abril. Susana Díaz contra Sánchez. Y si las fuerzas están equilibradas, surgirá un tercero. Los afiliados tienen que elegir entre un PSOE de centro-izquierda o uno de izquierda. Está en el mismo debate que todos los partidos socialistas europeos. Donde el socialismo moderado se desploma, pero el de izquierdas, tipo Corbyn, se desploma también. Las elecciones francesas de mayo certificarán el fracaso de la socialdemocracia tradicional. Pero curiosamente las elecciones alemanas de septiembre pueden dar un avance importante a un nuevo candidato, Martin Schultz, que defiende un proyecto europeísta, más social y progresista, pero sin aspavientos izquierdistas. ¿Sabrán los socialistas españoles aprender las lecciones que están elecciones dejarán?

 

Por último, el congreso de Podemos les debería llevar a reflexionar sobre la razón de por qué Podemos en realidad no puede. Errejón dice que el gran error fue no apoyar a Sánchez, lo que dio el triunfo al PP. Iglesias, por su parte, vuelve a la tesis de “las dos orillas de Anguita”. Por una orilla caminan el PP y el PSOE, que son casi lo mismo; por la otra, iba IU, ahora Podemos, que se atribuye ser la única fuerza del cambio. En los tiempos de Anguita y en los de ahora la metáfora provocó el mismo resultado: el gobierno del PP.

 

Iglesias ganará en Vistalegre II, su equipo consolidará el poder y desplazará al de Errejón. Podemos será una fuerte oposición que no gobernará. En realidad seguirá donde le gusta estar: en la orilla de allá. El único lugar donde las cosas están claras, son blancas o negras, sin complicaciones. Donde no se sufren las dificultades y contradicciones del ejercicio del poder. Es más fácil denunciar que gobernar. Pero desgraciadamente, sin gobernar no se cambia ningún país. E incluso, a veces, gobernando tampoco. Un ejemplo es Grecia y Latinoamérica ofrece otros muchos.

     

 

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