FRANCO, ¿REY DE LOS JÓVENES?

EL COMPLEJO DEPORTIVO Y LA PRIMERA PREGUNTA
Imponente complejo deportivo: salas de conferencias, judo, gimnasio y un bar concurrido. Salen algunos grupos y me armo de valor para preguntarles por Franco.
—¡¿Qué?! —Me miran como a un chiflado.
Raúl, con pinta progresista y el tatuaje «SIN NOSOTROS NO HAY TÚ NI YO», reacciona:
—Franco no nos interesa... Lo único es que, gracias a que murió, trajo la democracia. Pregúnteles a esos, los de artes marciales, son todos fachas.
ORGULLO Y RECHAZO
Me dirijo a ellos. Al principio se muestran reacios, pero Alex, rubio con aire de niño bien, exclama:
—Hoy es el 50 aniversario de su muerte. Estamos muy orgullosos del Caudillo.
—¿Son seguidores de Franco?
—Más que seguidores, defensores —salta Mauricio—. No paran de hablar de Franco, ¡que murió hace 50 años!, maestro.
Raúl se indigna:
—Pero en las fosas y cunetas siguen gritando los que él mató. Fue terrible la limpieza con sangre. Nadie levantaba la voz... Ni el hambre, ni el racionamiento, ni la cárcel, ni la censura subían el volumen de los más desgraciados... ¡Y encima agradecidos!
—No entiendo lo de agradecidos —planteo.
—¡Vamos a ver! Si pasa un ciclón y arrasa con todo, queda un desierto. Así quedó España tras el millón de muertos. Todo lo que viniera luego era bueno. Igual que si en el desierto crece una tunera o un fisco de hierba —un subsidio, unas casas de protección oficial—, la gente lo agradece.
—Sí, sí —complementa Richi—. Se arrodilla y le da las gracias al ciclón, a Franco. ¿Entiende?
MEMORIA FAMILIAR Y DESAPARECIDOS
—¡Cómo se ve que tu padre es comunista! —señala el de artes marciales.
—No es comunista —replica Raúl—, pero a mi bisabuelo lo obligaban a ir a misa y a mi bisabuela, con mi abuela niña, a recorrer el pueblo con una banderita española.
—Eso sin hablar de los desaparecidos —añade Richi—. En Tenerife parece que hay fosas en Las Cañadas, pero muchos de los recluidos en Fyffes, los almacenes de plátanos de la empresa inglesa, en Santa Cruz, fueron arrojados al mar en sacos con piedras.
LA ENCUESTA Y EL BAR
—¿Les parece que entremos al bar? —les invito.
Entramos. Hoy se publica en los periódicos que el 41,4% de los jóvenes (17-35 años) valora positivamente el legado de Franco. Un empate técnico con el 40% que lo rechaza.
—¿A qué se debe que Franco esté de moda? —plantea Mauricio, que solo le falta alzar el brazo.
—Franco murió —reflexiono—, pero es un reclamo o “totem” del bando conservador ante cualquier insatisfacción: problema de vivienda, migración, incremento poblacional o carestía de la vida. Es como cuando los estudiantes se manifestaban en Madrid contra el Régimen y los “grises” atacaban, entonces gritaban: ¡Franco, Franco!, y la policía se retiraba.
—Preguntémosle a Perucho, el suegro del dueño —sugiere uno de los pro-Franco—. Él vivió la posguerra.
—Antes quiero decir algo —saca pecho Alex—. Mis abuelos tuvieron piso gracias a Franco. Construía viviendas por toda España.
PERUCHO Y LA POSGUERRA
Perucho, con sus ochenta y tantos y un buen vaso de vino de Tacoronte, está feliz de hablar.
—¿Es cierto que había mucha hambre y cartillas de racionamiento? —le lanzo.
—Eran años difíciles, ¡carajo! Pero Franco se preocupó de que a nadie le faltara nada... Yo estaba encargado del comedor de auxilio social. El que no trabajaba era porque no quería. Yo hacía mandados, recogía medicinas de la guagua y sacaba pesetitas con lo que rejuntaba de cobre... Había mucho gandul. Podían ir a sorribar, pero preferían estar echados. Las madres iban al correo a ver si había cartas de borde azul y rojo de los maridos en Venezuela... ¿Sabe que en la escuela daban leche en polvo, queso amarillo y mantequilla? Claro que había hambre, pero también vagancia.
—¿Y libertad? —pregunto.
—Toda la que usted quisiera, porque había orden. La Guardia Civil se hacía respetar. En la cárcel de mi pueblo estaba el ‘Rayo’ por robar dos manillas de plátanos. Así había paz.
EL PROGRAMA DE FRANCO SEGÚN PERUCHO
—Si hoy viniera Franco, ¿qué plan propondría usted?
—¡Ah! Lo he pensado mucho: toque de queda a las once para menores de 30. Prohibida la pornografía, solo para mayores de 50. Castigo duro a consumidores de droga, premios a familias numerosas, prohibir el aborto y quitar tanto privilegio a las mujeres. Prohibido todo roce de parejas en público. Subiría la subvención a la Iglesia, porque el Estado ahorraría en orden público.
—Eso es lo que tú desearías, ¿no? —apunta Richi, dirigiéndose a Alex.
—¡Nosotros lo que queremos es mano dura contra tanto mangante!
—impondría censura en prensa y tele. Eliminaría subvenciones a partidos y sindicatos: los pondría derechitos. Y a los presos, si quieren comer, que trabajen. ¡Ah! Y al primer cayuco que toque aguas canarias, bombazo... Pero lo fuerte sería en Educación: niños y niñas separados; poner de nuevo profesores de Formación del Espíritu Nacional y que sean parte de la directiva; himno nacional cada mañana y una hora de instrucción militar; becas solo a los que superen el 66% de media; y los que arrastran fracaso escolar, a trabajar.
Raúl y Richi se llevan las manos a la cabeza, mientras Alex y Mauricio tampoco parecen contentos con el programa de Perucho.
REBELIÓN Y REALIZACIÓN
—Y usted —me preguntan—, ¿qué opina de que parte de la juventud apueste por Franco?
—Todo joven es idealista y rebelde. Entonces, contra la dictadura; ahora, reclamando a Franco, aunque muriera hace 50 años. Desgraciadamente no saben lo que significa vivir sin libertad.
—Lo que no entiendo es lo de rebelde, porque la mayoría somos gente correcta —dice Alex
—Ser rebelde significa oponerse al mundo diseñado por los políticos actuales. Proponer algo ideal o utópico... pero también fracasarán.
—¿Y por qué sabe que fracasarán? —insiste Alex.
—En la vida, lo importante es la realización: el agricultor con su cosecha, el músico, el empresario o el que ama. El ser humano vive insatisfecho, buscando un horizonte ideal, casi como buscar a Dios. Unos lo buscan en el deporte, otros en el amor, y otros en la política. Así, los jóvenes miran atrás y creen que Franco es Dios.
DIOS, DIABLO Y FIRMA
—Franco no es Dios, pero ¿es el diablo?
—No, hombre —sonrío—, pero era un dictador. Se puede dictar poesía o música, pero Franco dictaba muerte y hambre. Si hablara de él, sería otro reportaje. Por ahora diré que, con solo ver su firma, coincido con los grafólogos: ¡Fuerte impulso de mando y gran EGO! Se ve en el trazo superior de la F. Una infancia conflictiva y una frialdad mental capaz, como dicen los testigos, de firmar sentencias de muerte mientras tomaba chocolate con picatostes.
