Furor' nacional
Si uno tuviera que resumir el estado del patio de Monipodio que es hoy la política española, bastaría con repasar la acumulación de noticias disparatadas de estos días: por ejemplo, que el juez Peinado insiste en que Begoña sea juzgada por un jurado popular, y propone que responda ante ese tribunal de iguales por otros cuatro delitos más. O que la UCO rastrea el patrimonio de antiguos altos cargos por el caso Koldo, y en el horizonte aparezca el informe sobre el ministro Torres que, dicen, verá la luz tras el puente del Pilar. Todo ello mientras Marlaska, siempre atento al escalafón, prepara una operación delicada: colocar al frente de la UCO a su asesora, la teniente coronel María Dolores Gimeno, futura primera mujer coronel de la Guardia Civil. Un ascenso histórico… y también utilísimo para domesticar una unidad que parece que se ha tomado demasiado en serio eso de investigar las corrupciones del poder.
Porque de eso se trata: la UCO lleva meses convertida en la principal pesadilla del sanchismo. Cada informe que presenta revela nuevos hilos de la madeja, cada diligencia incomoda más a ministros y asesores. ¿La solución del Gobierno? Cambiar a los que mandan. En la UCO y poner gente dócil al frente. Una tradición más española que la siesta: si un juez se pone díscolo o lawfarino, recusarlo; si una unidad policial hace horas extras, ascender a alguien de confianza. No es persecución, dicen, es igualdad de género. Con esa bandera se justifican hoy hasta los cambios de mando en la Benemérita.
Entre tanto, el presidente juega su propio ajedrez. La gran hazaña de la semana la firma el propio Sánchez. En su empeño por apropiarse de la bandera de la justicia universal, decidió comprometer a la Armada en una operación propagandística de dudoso calado. Envió al Furor, uno de los modernos patrulleros de altura de la Armada Española, entregado este año, para “proteger” a la flotilla propalestina, pero con instrucciones explícitas de no entrar en la zona de exclusión declarada por Israel. Es decir: un despliegue militar sin misión real, otra vez pura escenografía para la tele el día siguiente. Pero al día siguiente, medio país hablaba de la Armada convertida en figurante de un relato sin sustancia.
'Lo que en Moncloa se pensó como gesto épico acabó en ridículo'
Ese error no es menor. La Marina española no puede ser instrumentalizada como atrezo electoral. Se juega su prestigio cada vez que iza bandera en aguas internacionales, y el presidente la ha usado como utilería de campaña. Lo que en Moncloa se pensó como gesto épico acabó en ridículo: el Furor quedó reducido a escolta simbólico de una flotilla que nadie escoltó, obedeciendo órdenes de no acercarse a donde estaba el riesgo. Una burla para los marinos y una confirmación de que Sánchez confunde el relato con la realidad. Después de cabrear a la Armada enviando al Furor a “proteger” a la flotilla pro-palestina, con la orden expresa de no acompañarla en la zona de exclusión declarada ilegalmente por Israel, Sánchez ha decidido subir el tono, y amenaza ahora a Netanyahu y su cuadrilla con la fiscalía española.
Sí, con la misma fiscalía que pide archivar causas incómodas para la familia presidencial, la misma que lleva años funcionando como sucursal de Moncloa. Sánchez habla de justicia con la boca grande mientras aplaude -con la boca pequeña- los planes de Donald Trump para convertir Gaza en un remedo mediterráneo del Cancún caribeño. Uno se pregunta en qué liga juega exactamente el presidente: es una liga muy ruidosa, pero plagada de gestos huecos, retórica de pancarta y relatos variopintos, para consumo de gente confiada. El cuadro no puede ser más surrealista: también la política exterior se ha convierte en puro teatro del absurdo. La imagen de un barco español escoltando a una flotilla “solidaria” que no debía ser escoltada, con la orden expresa de no entrar en zona peligrosa, resume a la perfección el estilo Sánchez: postureo sin consecuencias, titulares sin realidad detrás.
Ahora amenaza con la Fiscalía a Israel, como si a Netanyahu le quitara el sueño la Audiencia Nacional. El presidente convierte cada crisis en un decorado para su relato de supervivencia a todo trapo: si se trata de aparentar firmeza internacional, se acude a los foros donde se guardó la billetera cuando hacía falta retratarse, para sacar pecho ahora como si ya no le conocieran bien. Si la cosa va de derechos humanos, se envía un comunicado. Y si hace falta presumir de músculo militar, se saca al Furor a quemar combustible náutico en un paseo sin sentido, con una única instrucción, la de no molestar a Israel bajo ningún concepto.
El estado del patio nacional de esperpento: el presidente amenaza a Israel con sus fiscales mientras guiña un ojo a Trump y aplaude su plan de paz para Gaza. El Ejecutivo de Sánchez vive en un universo paralelo.