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Una propuesta suicida

Francisco Pomares

 

El Congreso rechazó el miércoles una propuesta podemita que instaba a que el Gobierno garantice que en Canarias (sic) "el Estado Central no establecerá en la zona tropas, bases militares o construirá fortificaciones de ningún tipo o sobre la base de ninguna alianza europea o internacional". Copio literalmente la propuesta porque Meri Pita, diputada grancanaria de Podemos, la ha explicado asegurando que "no es cierto que [los de Podemos] queramos expulsar a los militares". En realidad, por el tono y por la forma, lo que planteó Podemos en el Congreso viene a ser la misma memez que dijo Ada Colau en el Salón de la Educación de Barcelona. Pero un territorio estratégico no es lo mismo que un Salón sobre educación.

 

La propuesta fue obviamente rechazada. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es el extraño mecanismo que lleva al partido del "patriota" Pablo Iglesias, el leninista 3.0 fascinado con lo militar, a plantear la desmilitarización de las Islas. Meri Pita cree que para que Canarias sea una "tierra de paz" es mejor que aquí no haya ni tropas ni bases militares ni ningún acuerdo con organizaciones de Defensa que proteja las Islas. No es solo una estupidez bobalicona y simplista confundir la paz con la ausencia de presencia militar (en la práctica suele ocurrir más bien lo contrario, porque hoy el rol de los ejércitos es básicamente de policía internacional), sino que la propuesta es de una arrogancia suicida: llega en un momento de recrudecimiento de la ofensiva terrorista de Daesh y sus agentes en Europa, y cuando el islamismo radical gana fuerza en el continente africano, incluso en los países tradicionalmente aliados de Occidente.

 

Canarias es -muy a su pesar- un territorio fronterizo. Aunque, gracias a la existencia de los enclaves de Ceuta y Melilla, la presión marroquí sobre las Islas pasó a un segundo plano hace ya un par de décadas. Pero que nos sintamos más tranquilos no puede hacernos olvidar que África vive en una situación de constante tensión política, fruto del subdesarrollo, la pobreza y el crecimiento demográfico. Según datos de Naciones Unidas, hoy viven en África algo menos de 1.200 millones de personas. En 2050, serán 2.500 millones, y en 2100 alcanzarán los 4.500 millones. La mitad de la población del planeta vivirá en un continente muy pobre que -casualmente- está a nuestro lado. Es un problema muy grave y difícil de resolver que va a afectar a la estabilidad de una Europa demográficamente estancada en los 800 millones de habitantes, cada día más xenófoba, contraria al mestizaje y probablemente menos justa y equilibrada que la de hoy. No podemos saber cuál será la reacción de los países africanos más próximos a nosotros si la presión social se dispara. Pero en el año 1975, por ejemplo, la monarquía alauita resolvió sus conflictos internos aprovechando la debilidad del régimen franquista para meterse el Sahara en el bolsillo. Parece que fue ayer, pero han pasado más de 40 años. La historia se mueve muy rápido: antes de que pasen otros 40, estaremos en 2056. No me gustaría que, en ese momento, mis hijos y los nietos que pueda llegar a tener carezcan de cualquier paraguas preventivo, ante la hipótesis de un gran "crack" continental. Un país sin militares ni policías es una fantasía inane: donde algunos ven que la desmilitarización trae paz y concordia, la Historia nos demuestra que la ausencia de una defensa eficaz lo que provoca son abusos y guerras evitables.

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